Los rastros del Punk en el arte contemporáneo

Exposición en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles.

Con el punk pasa lo mismo que con la movida madrileña: fue lo que fue y luego, con el paso del tiempo, se ha engordado el mito. El célebre libro Rastros de carmín de Greil Marcus marcó el inicio de una búsqueda de pasadizos borgianos entre el punk y una serie de cosas variadas, como el dadaísmo, el situacionismo o el anarquismo en general. Como ejercicio intelectual está bien y hasta es divertido, pero en realidad el punk fue una explosión que duró dos años, alguno más si nos creemos la tesis implícita en Por favor, mátame de McNeil y McCain -y yo no me la creo.

“¿Alguna vez os habéis sentido estafados?” (Johnny Rotten en el último concierto de Sex Pistols)

Hans-Peter Feldmann: 5 pounds bill with red nose. La reina de Inglaterra siempre fue el blanco preferido de los punks.

La exposición que tiene lugar estos días en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles es uno de esos divertimentos alrededor del punk. Los propios organizadores nos advierten de que no se trata de una exposición sobre el punk, sino sobre la relación de dicho movimiento con el arte contemporáneo y sus influencias mutuas: “Búsqueda de una actualización de la radicalidad en el arte actual tomando como referencia el punk”, leo en el catálogo.

Así pues, se supone que las obras que se exhiben deben mostrar las características propias del punk: subversión, negatividad, destructividad, rabia, malestar…

Y aquí es donde la exposición fracasa en su objetivo. Mejor dicho, no fracasa la exposición, sino el arte contemporáneo en general que no solo no es subversivo, sino que es profundamente conservador, como ha demostrado sobradamente, entre otros, la crítica Avelina Lésper. Su artículo Contracultura en New York trata de este asunto.

La muestra incluye pinturas, documentos, fotografías, vídeos y ese cajón de sastre denominado instalaciones. No cabe buscar homogeneidad alguna en las obras expuestas de las que son autores cincuenta artistas, nacionales e internacionales. Normal: una exposición basada en el punk solo puede ser anárquica e inclasificable. Es decir, en el fondo, no está mal.

Jordi Colomer: No future. En la entrada de la exposición. Foto: futuropasado.
Jordi Colomer: No future. En la carretera. Foto de la exposición.

Me atrevo a afirmar que lo mejor de esta exposición es el magnífico catálogo (disponible en la red), un libro confeccionado al estilo fanzine pero bien grueso, de 382 páginas, que incluye textos de David G. Torres (comisario de la exposición), Gloria Guso, Eloy Fernández Porta, Servando Rocha e Iván López Munuera, y una entrevista a Greil Marcus.

No obstante, después de todo lo dicho, debo añadir que no me parece mala cosa resucitar el agresivo espíritu del punk. Su destructividad sería un soplo de aire fresco en esta sociedad estúpida de lo políticamente correcto, la mojigatería y las constantes pamplinas. Al fin y al cabo, el punk lo crearon jóvenes sin trabajo y sin futuro, surgió en una sociedad en crisis, salpicada por la violencia terrorista y la violencia estatal. O sea, todo muy parecido a lo de ahora.

Seres humanos no punks visitando la exposición. Foto: futuropasado.

Los rastros del Punk en el arte contemporáneo
Del 26 de marzo al 4 de octubre de 2015
Centro de Arte Dos de Mayo
Avda. Constitución, 23
28931 Móstoles, Madrid